4 de marzo de 2016

La vigorexia, el trastorno silencioso de los fanáticos del deporte

Pasar más de 4 horas en el gimnasio es una señal de alarma que puede indicar este padecimiento.

Por:  PAULA PIMIENTO 

En la actualidad llevar una vida ‘fitness’ es un tema de salud, pero también de moda. Muchos hablan de comer saludable, de hacer ejercicio, de tener una figura atlética, pero la presión social que muchos sufren produce que realizar ejercicio se convierta en una obsesión y no en una actividad recreativa.
Recientemente se habló en medios de comunicación sobre el caso de Mary Méndez, la presentadora del programa de farándula ‘La Red’, quien reconoció en una entrevista a una revista que debido a su obsesión por el ejercicio estuvo a punto de perder a su esposo y a su familia.
Por tratarse de una conducta saludable, la actividad física no es vista como un problema. De hecho, quienes dejan de lado otras actividades y realizan esta práctica con demasiada frecuencia son vistos con buenos ojos.
Este exceso de ejercicio y el fanatismo por hacerlo es conocido como vigorexia: "Un trastorno psicológico también llamado dismorfia muscular, complejo de Adonis o adicción al deporte. Para algunos psicólogos es anorexia inversa”.
Al igual que la anorexia, una persona que padece este trastorno se preocupa en exceso por cómo luce, pero además genera una distorsión de su esquema corporal. Es decir, su concepto de sí mismos no es real en cuanto a la apariencia física.
“Se ven como personas que tienen poca masa muscular y por tanto tienen la necesidad inminente de mejorarla. La vigorexia, como toda dependencia, se da cuando hay un uso excesivo del gimnasio que produce consecuencias incluso negativas y significativas a lo largo de un periodo de tiempo”, dice la especialista.
Médicamente no existe un hallazgo que hable de la existencia de la vigorexia como enfermedad, pese a la popularidad que ha tomado con la aparición de nuevos casos.
¿Cómo identificar el trastorno?
Generalmente quien padece este trastorno no se da cuenta de que lo tiene, lo notan quienes lo rodean. Son ellos quienes finalmente acompañan el día a día de una persona que vive por el ejercicio.
Siempre se ven delgados, sin músculo y por eso requieren en su necesidad emocional aumentar la parte física. En la anorexia la persona se ve gorda y siente esa necesidad de no comer o, en el caso de los bulímicos, de bajar de peso corporal porque siempre se perciben gordos así estén en los huesos.
Para detectar si una persona sufre dicho trastorno es necesario analizar bien ciertos detalles que le pueden permitir identificar que efectivamente lo padece. Éstas son algunas señales de alerta:
- Hacer ejercicios a una intensidad que lo puede llevar a una lesión.
- Durar más de cuatro horas en el gimnasio.
- Manifestar sentirse débil y delgado, pese a estar bien físicamente.
- Obsesionarse por su figura.
- Ponerse de mal genio cuando no puede ir al gimnasio.
- Abandonar actividades de ocio diferentes al gimnasio.
- Deseos de salir del trabajo antes de lo habitual para ir a ejercitarse.
- Mirarse frecuentemente en el espejo.
- Tomarse medidas constantemente (masa muscular, peso, nivel de grasa, etc.).
Pese a ésto, médicos especialistas aseguran  que no existe una relación directa entre la asistencia al gimnasio y el trastorno. Lo que es común en todos los casos es que esta práctica de actividad física se hace en niveles que sobrepasan los límites fisiológicos y de todas las bondades que le puede ofrecer al organismo, convirtiéndose en un ente patológico que puede producir muchas alteraciones.
¿Cuál es el tratamiento más adecuado?
La vigorexia puede tratarse de dos maneras: la primera, con un psicólogo o psiquiatra que le permita realizar un proceso de mejoramiento de la autoimagen para que la persona vuelva a verse como realmente es.
Debe tener un enfoque multidisciplinario donde se maneje el aspecto psicológico enfocado en la autoimagen. Desde el punto de vista fisiológico es importante descartar que exista de base algún tipo de trastorno a nivel endocrino. Para esto es necesario hacer exámenes de laboratorio para revisar que no exista esa posible alteración.
Pese a que en los gimnasios existen especialistas en nutrición deportiva y médicos de la misma área, no es frecuente que se contemple contar con expertos en psicología que atiendan los casos de vigorexia que suelen registrarse en estos centros.
¿Quiénes la padecen más?
Cualquier persona en el mundo puede padecer de vigorexia, pero al tratarse de una enfermedad que involucra la apariencia física, son más susceptibles de caer en ella las personas que están en el mundo del espectáculo o quienes viven de su imagen. Lo que se ha logrado establecer es que se presenta más en hombres que en mujeres y que generalmente se da en edades entre los 20 y 35 años.
Saben que su imagen cuenta mucho en el momento de sus contrataciones, sin embargo, eso no quiere decir que todo el que esté en el espectáculo sufra de este trastorno porque cuida su cuerpo. En cuanto a los niños, también puede desarrollar el trastorno en la adolescencia ante su preocupación por su físico, por su autoimagen, sobre todo porque la sociedad nos vende estereotipos donde debe haber un desarrollo físico especial en hombres y mujeres, y son edades sensibles en donde los niños pueden verse inmensos en este tipo de trastornos.
Como cualquier trastorno, la vigorexia afecta no solo a la persona que la padece, sino a quienes la rodean.
Como desean estar todo el tiempo en el gimnasio, son personas que empiezan a dejar de lado su vida familiar y emocional, abandonan otras actividades, hay aislamiento y solo quieren estar con quienes refuercen su conducta”.
El trastorno se complica cuando la persona además empieza a buscar una mejora en su estado físico a través de sustancias que no han sido sugeridas por un experto.
Inician regímenes nutricionales altos en proteínas y carbohidratos, descuidando la ingesta de lípidos que son necesarios para el correcto funcionamiento del sistema endocrinológico. Adicionalmente pueden automedicarse o seguir instrucciones de alguien con el mismo trastorno y utilizar anabólicos que traen efectos secundarios”.

Médicamente no existe un hallazgo que hable de la existencia de la vigorexia como enfermedad, pese a la popularidad que ha tomado con la aparición de nuevos casos.