El ejercicio de fuerza, ya sea con
equipos específicos o con pesos libres, favorece el incremento de la fuerza y
de la potencia muscular. No debe ser vigoroso ni esforzado, a no ser que se
aspire a objetivos específicos. Si te entrenas siguiendo las pautas del
American College of Sport Medicine, las ventajas no tardarán en manifestarse.
Con el ejercicio de fuerza, los músculos se tornan eficientes y capaces de
sostener cargar significativas. Además, por si no lo sabías, el aumento (aun
mínimo) de la masa muscular contribuye al control de la grasa corporal.
El entrenamiento ideal consiste en la combinación de entrenamientos de
fuerza con sesiones de ejercicio aeróbico. El resultado es fenomenal.
Además de las ventajas en términos de control de la composición corporal,
la fuerza favorece el aumento de la movilidad articular y -ventaja
particularmente importante- el incremento de la fuerza ayuda en las actividades
de la vida cotidiana.
En efecto, si uno se entrena regularmente, aumenta la capacidad de soportar
cargas pesadas y disminuye la percepción del esfuerzo en las actividades más
comunes. En definitiva, lo que antes nos parecía "pesado" deja de ser
un problema.
Una ventaja menos visible del entrenamiento de fuerza, pero de fundamental
importancia, es el fortalecimiento del tejido óseo.
Con los años, una serie de modificaciones -hormonales, entre otras- retarda
el depósito de minerales en los huesos. La ejercitación de la fuerza solicita
las estructuras y estimula positivamente la síntesis de tejido óseo, mejorando
de manera considerable las propiedades biomecánicas de los huesos.
Si bien los efectos del entrenamiento de fuerza constituyen un objeto de
estudio menos frecuente que los del ejercicio aeróbico, según un trabajo
reciente de Phillips (2005), en los últimos años ha aumentado sustancialmente
el interés de los investigadores por este tipo de trabajo, que ha demostrado
ser tan eficaz como el ejercicio aeróbico en la reducción del riesgo de
patologías cardiovasculares, diabetes y otras enfermedades crónicas.
Además, a diferencia del ejercicio aeróbico, el ejercicio de fuerza
favorece el aumento y el mantenimiento de la masa muscular y reduce la pérdida
de músculo y la consiguiente pérdida de capacidades funcionales característica
de los pacientes con sarcopenia senil.
De todos modos, como hemos dicho, los mayores beneficios se logran
combinando ambas modalidades de entrenamiento: aeróbico y de fuerza. Entonces,
¿qué esperas para coger el manillar?